Los guardianes del vacío acaban de asesinar a pelotazos, o han dejado morir, en un mar infectado de botes de plástico y manchas de petróleo, a los desgraciados negros que pretendían colarse en este paraíso mugriento de hipermercados chinos y barbis neumáticas.
España sigue siendo un país fascista, no ha dejado de ser fascista, era fascista incluso antes de que se inventara el fascismo como tal. El único estado que permaneció bajo la bota del fascismo cuando los demás países fueron liberados después de la 2ª guerra mundial. Pueblo entontecido por una iglesia mugrienta de pederastas y psicópatas que perdura por los siglos de los siglos, adormeciendo mentes, castrando voluntades. Ahora añaden otra nuevo eructo de sus mentes enfermas con la Ley del aborto, identificados ellos mismos con los futuros tarados que pueden nacer de gestaciones malogradas. Parece que no son bastantes y necesitan engrosar sus filas de quasimodos. No hay más que repasar la lista de saqueadores del Gürtel, las fotografías de los secuaces gomosos que han desvalijado bancos y hasta los estancos, para advertir que la nueva Ley del aborto era necesaria para proveer de nueva mano de obra a esta caterva de depredadores. Es una ley de autoprotección.
¿Y la llamada izquierda? De vacaciones, en el mismo mar de todos los veranos. Tomando el sol que más calienta. ¿Pero, qué es la izquierda sino la suma colectiva de las individualidades anónimas? Pero, claro, aquí cada uno va a lo suyo. De sumar, nada. Restar, lo que haga falta. Y el idiota medio, mientras se solaza en la barra de un bar, saca punta dicharachero a lo que le rodea y mete la faca en las espaldas de quien haga falta, siempre que sea uno de su mismo barrio. Porque si se trata de otro de las castas superiores, ya se cuidará muy mucho de levantar la voz, más bien doblará el espinazo y le obsequiará con una babosa reverencia, aunque luego por detrás, cobardemente, le ponga a caldo.
Goya, Valle-Inclán, Quevedo, han
sido tres grandes retratistas de la tribu celtibérica. Eterna en lo
soez, brutal como inculta, envidiosa por analfabestia. Aquí cualquier pedorrero
que ni siquiera puntúa correctamente se considera más profundo que
Emmanuel Kant.
En estos momentos de crisis
inducida vuelven a surgir, como muertos vivientes, los fantasmas
eternos de la fantasmal Ejpaña. Seres acomplejados, pequeños
burgueses que llevan toda la vida chupando del bote, pero que se
permiten subir cada mañana al púlpito para pontificar sobre lo
divino y lo humano, y poner a los demás a parir con la desvergüenza
de los sinvergüenzas acomodados. ¿Por qué no empiezan por dar
ejemplo y dimiten de si mismos y de sus prebendas mal adquiridas?
Inquisidores de lo ajeno. ¿Han dado la cara por alguien que no sea su bolsillo? Por supuesto que no.
Sólo de boquilla. Pero se permiten administrar navajazos a los que están a la intemperie y se equivocan. Ellos no se
equivocan nunca, son los anarquistas coronados, merodeadores de los
descampados donde las tribus nómadas montan de vez en cuando algún
jolgorio, para deshacerse después en nada, luego de tomarse unas
cañas. Como se consideran más a la izquierda que Rosa Luxemburgo,
desde su atalaya nihilista, no antes de haberse documentado
sesudamente en los periodicuchos neonazis, se dedican a insultar a los
que viven a ras de tierra.
Menos mal que no estamos armados.
Porque a este tipo de sabandijas, sus frustraciones (los cuernos que
les pusieron antes de convertirse en eunucos mentales, las
deformidades congénitas, la mala conciencia de saberse unos
privilegiados inmerecidos), los envenena de odio. Son el prototipo del
asesino que se dedicaba a sacar de sus casas a gentes indefensas en el
Madrid asediado por los golpistas en 1936, para darlos el paseillo. Mientras que las gentes honradas defendían con su vida la libertad,
la dignidad y la decencia, aquellos bastardos se dedicaban a la caza
del desprotegido, manchando para siempre los ideales de la República.
Estos palurdos enrabietados del
hoy gustan, a su vez, de manchar con sus heces a las organizaciones
sociales que con todos sus defectos, que son muchos y muy grandes, siguen
defendiendo lo de siempre: la libertad, la igualdad, la fraternidad.
Mientras, les hacen el juego a los golpistas de la democracia, estos
que con el BOE en la mano están consiguiendo lo que no fueron
capaces los fascistas de 1936.
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