miércoles, 8 de agosto de 2012

Van Gogh

                                             
                                                     Angelo Prey ©





                              Vincent van Gogh

La belleza destroza la inocencia cómplice. Cuerpecillos quebrados, ahora pellejos sucios, los mismos que cantaron su engaño, su esperanza. Ya no serán más la brisa que pasa entre las hierbas pobres.

Casi sin fuerzas, comenzar de nuevo; encender las hogueras, liberar las palabras. Tras el rojo coral de los almendros, una sola senda que todo lo contiene.

Después de haber vivido a la intemperie, desnudo como un perro, puede la lluvia penetrar en la carne y el viento secuestrar la piel, casi infinita. Y antes del fin, tal vez reconocerse. Para que el tránsito hacia la luz sea algo más que una enumeración vertiginosa.


Poema perteneciente al libro Extraños en el corazón del viento.
Autor: Ángel Presa Yobre ©
Ediciones Almargen. 2012.

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