miércoles, 12 de diciembre de 2012

Párrafos subrayados

                                           
                                                 Atardecer en Isla Plana.  © Angelo Prey

Leo y, a veces, apunto algunos párrafos. Al cabo del tiempo, vuelvo sobre lo subrayado y si me sigue produciendo algún tipo de inquietud, lo escribo en un cuaderno destinado a tal fin. Hoy abro las páginas de estos cuadernos y copio algunas frases.


Nuestras victorias pasaron de largo. Incluso nuestras derrotas han resultado fugaces.
                                                                         H.M. Enzensberger

El lugar de donde procedéis ha desaparecido, el lugar a donde creíais ir nunca estuvo allí y el lugar donde estáis de nada sirve si no podéis escapar de él. ¿Cuál es vuestro lugar? Ninguno. Nada exterior a vosotros puede ofrecéroslo.
                                                                        Flannery O'Connor

Aquel día creí que poseía algo y que ese algo iba a cambiar mi vida. Pero no hay nada de esa naturaleza que se adquiera de forma definitiva. Como si fuera agua, el mundo te atraviesa y durante un tiempo te presta sus colores. Luego se retira y te vuelve a dejar ante ese vacío que llevas dentro de ti, ante esa especie de insuficiencia básica del alma con la que no tienes más remedio que aprender a convivir, a combatir, y que, paradójicamente, quizá sea nuestro motor más seguro.
                                                                        Nicolás Bouvier

La vida es tan breve y tan insegura que no quisiera apurar con prisas ningún placer... Deberíamos aferrarnos a lo poco que podamos conseguir, como un hombre al borde del precipicio.
                                                                        R. L. Stevenson


Pensé que las olas del mar estaban sanas y no necesitaban que nadie las curara.
                                                         Fernando Arrabal



jueves, 6 de diciembre de 2012

Los cuadernos nómadas




                                                     ©Angelo Prey


Dos negros con gorras de beisbol que venden baratijas a los turistas en el mirador de Trocadero se saludan afectuosamente besándose numerosas veces las manos. Luego, deambulan a la espera de comprador con sus grandes aros metálicos donde cuelgan, ensartadas, torres-eiffeles doradas de todos los tamaños. No importunan a nadie, solo esperan sonrientes. Han trasladado los hábitos comerciales de sus remotas aldeas de África y no dejan que el pulso acelerado de la ciudad les cambie su ritmo de vida. Parecen contentos en su desasimiento o, al menos, no tan desgraciados como los apresurados personajes que pasan enfebrecidos por las anchas avenidas. Infinitamente más felices, en cualquier caso, que un personaje de chaqueta y corbata que escribe unos apuntes en un pequeño cuaderno de color azul, mientras bebe su te en una de las mesitas bajas de la cafetería del Palacio Chaillot. Por las frecuentes miradas al reloj, es evidente que se ha tomado un descanso en su jornada laboral, que ha de continuar en breves momentos. Se le ve intranquilo, apesadumbrado. Cuando se levanta y se dirige hacia la salida, de espaldas al gran ventanal acristalado, decidimos seguirle. Cruza el semáforo de la Avenida del presidente Wilson, circunda la plaza y por el Allée Maria Callas, accede a la pequeña y escondida rue Greuze. Saca un pequeño llavín dorado de su bolsillo y accede, por una antigua e imponente entrada de carruajes, a la que resulta ser una dependencia de la Embajada de España. El edificio tiene toda la impronta de los palacetes de la zona, con una pátina evidente de uso prolongado en actividades públicas: abandono y melancolía. Si traspasáramos las puertas, podríamos comprobar que el desaliño, el desatino y la pobretería asaltan al visitante ya desde la recepción. Cobijado en una especie de cubil, un personaje mal encarado nos preguntaría con modales acordes con su figura la razón de nuestra visita. Nosotros, claro, no vamos a decir que venimos siguiendo a ese personaje singular que hemos conocido a hurtadillas en el café de Trocadero, así que nos abstenemos de indagar más por el momento. Damos media vuelta y nos dirigimos hacia Etoile por la avenida Klébler...

           (De Los cuadernos nómadas, cedido amablemente por el autor: Maximilien de Proie)




sábado, 17 de noviembre de 2012

Tiempo de asesinos y cobardes



Tim Ribberink, el joven holandés que aparece en la foto, se acaba de suicidar. Tenía 20 años. En el mensaje de despedida dejó escrito: Queridos papá y mamá, toda la vida me han ridiculizado, traicionado, acosado y rechazado. Vosotros sois fantásticos. Espero que no os esfadéis. Hasta la vista. Tim.

Holanda no es solo el país de los molinos, las casas de muñecas a orilla de los canales y los coffee shop donde venden marihuana. Holanda también cultiva hijos de puta, además de tulipanes. Como en cualquier parte. 

Mientras los degenerados de los políticos que nos gobiernan discuten absurdas medidas contra la crisis, que sólo sirven para engordar aún más sus bolsillos, el monstruo del sadismo y la cobardía sigue creciendo a nuestro alrededor. 

Tim no es el único caso en las últimas semanas de jóvenes que no pueden aguantar más la presión a la que les someten una pandilla de mal nacidos y dan el paso hacia el vacío. Nadie tuvo tiempo, al parecer, de darse cuenta de lo que estaba pasando. Nadie tiene tiempo de mirar alrededor y ver lo que están haciendo con nosotros. Rebaño aletargado, consumiendo baratijas en el hipermercado. Tropa sumisa aceptando con gusto el látigo de los poderosos, delatores de los pocos hombres y mujeres libres que van quedando, asesinos de niños.

Esta sociedad del "triunfo", de los anuncios publicitarios donde furcias de lujo se contonean sobre coches mediocres, donde los proxenetas y los maricas se regodean en su mediocridad, no tiene tiempo ni ganas de respetar a los demás. Los débiles no disponen de un sitio propio. Los débiles deben desaparecer. Como Tim.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Las orillas nómadas

                                                                     ©Angelo Prey


A orillas del Mar del Norte. Cuando las tozudas nubes del otoño lo permiten, el cielo se abre y la luz irrumpe con toda la sutileza de que es capaz en estas latitudes.
La playa sola y nosotros solos. La vida nómada. ¡Qué lejos España con sus miserias, sus bandoleros, los prestidigitadores y las sabandijas! ¡Qué cerca las cuatro personas honradas que malviven en medio de tanto golfo! ¡Qué cerca y qué lejos las cumbres del Guadarrama, los pinos que se alzan en medio de la tormenta, los cielos altos e inviolables de la meseta!
Pero aquí no hay montes ni mesetas. Son las tierras bajas y los cielos grises, salvo cuando la luz irrumpe y con ella la nostalgia, el desasimiento, el vacío de las horas. Nunca estás solo a la orilla del mar.

sábado, 20 de octubre de 2012

Isabel Pérez Montalbán: la poesía necesaria.

 
                             
                                                                                                   ©Angelo Prey


Isabel Pérez Montalbán, cuyo blog tiene una entrada en estas páginas, es una de las voces indispensables (y en mi criterio, son muy pocas) que habitan y escriben en este país, tan dado a los juegos florales, mirar hacia el tendido de los editores y entretener la que está cayendo con nimiedades o escribiendo a lo Gabriel y Galán, como si no hubiera existido don Arturo Rimbaud ni Antonin Artaud.

Isabel, por lo contrario, escribe desde el filo, desde el margen de los desheredados, desde la periferia. Pero lo hace desde el centro mismo de la carne viva, de los derechos básicos más básicos de la persona, como son la libertad, la dignidad, la justicia. Y además, se "pelea" con las palabras, para que no sean "bonitas" sino necesarias. Eso es la poesía de Isabel Pérez Montalbán: tan necesaria como respirar. He aquí algunas muestras:

Parte de guerra

Sin armas y en patera,
las tropas africanas
reconquistan Europa.

        (De Animal ma non troppo. 2008)


IZQUIERDA/DERECHA

    Compañera, hora en llamas:

A la derecha de Dios, las mujeres
con bella manicura, los banqueros
jugando al golf con palos enemigos.
A la izquierda, los niños, las termitas,
el oro falso, la vida en cupones
de riqueza aplazada. Nunca es tarde.
No hay más que fe en el centro.
El centro es Dios cansado y aburrido
de esconderse y estar siempre tan solo.
Dicen que ya no existe la hojarasca
cubriendo los caminos de otro mundo.
Pero la gente espera y compra suerte,
hora en el veneno de las horas.
Y mientras, el infierno sigue abajo,
la derecha construye su cementerio,
y la izquierda, un eclipse de emergencia.
Qué frágil y pequeño el pesebre del hombre.

    (De Cartas de amor de un comunista. 1999)


Pared de carga

Y cuando creas que tus brazos ceden,
que no pueden tener más resistencia,
que el peso del dolor parte los huesos,
aguanta un poco, sólo un poco más,
feliz de ser feliz en la desgracia,
instinto de burlarse de la muerte.

Un gramo, sólo un gramo más de daño
ya te inmuniza la musculatura
entera de la risa, de las piernas
como andamios, poleas de la lágrima,
del pecho como un bloque de ladrillo:
las ventanas tapiadas para el mundo.

       (De un cadáver lleno de mundo. 2010)

    

miércoles, 17 de octubre de 2012

La cruda realidad


© Angelo Prey

Tomé esta foto hace unas semanas, paseando por Madrid con el maestro de la fotografía Rafael Roa. Me pareció que ilustraba a la perfección la situación actual de España: falsas columnas de mármol que hablan de un esplendor pasado que en realidad nunca existió; todo desvencijado, pintarrajeado, medio roto... y unas sombras inquietantes otorgando a la escena un carácter entre onírico y mortuorio. En realidad parece una tumba, un nicho donde está enterrado el cadáver del país. El nombre del muerto es MENTIRA. 

jueves, 27 de septiembre de 2012

Oteando el horizonte

                                                             Angelo Prey ©


Suben a la atalaya por ver si algo cambia, si los tiempos que corren mejoran y todo vuelve a ser menos cutre, menos injusto, menos despiadado. Sin embargo, un espectador avisado les está diciendo claramente que no, que las cosas van para largo, con ese lento morir de las ilusiones, de los proyectos.

La gente sale a la calle y manifiesta su descontento, sus frustraciones. Exige justicia, pero nadie les escucha. Vidas truncadas, proyectos cancelados porque los que tienen la obligación de administrar el bien común lo han dilapidado o lo han trasladado a paraísos fiscales. Con absoluta impunidad.

¿Hasta cuando?
                                             

sábado, 11 de agosto de 2012

Los escritores de Almargen


                                                         Angelo Prey©


Hoy continuamos con el rescate de otro escritor de la periferia, Joaquín Rico. Nacido en Altea, lleva ya más de media vida viviendo en Holanda. Allí ha fundado una editorial cuyo nombre, ALMARGEN, dice bastante sobre las intenciones del invento. Gente amable, aunque arisca e intratable con el comercio mal entendido y las sumisiones de la palabra. He elegido como introducción a su obra unos poemas de sus libros El umbral del silencio e Introducción a la distancia.



Soy una estatua sin cabeza,
junto a un andén vacío.
Cuando calienta la mañana
se posa un pájaro en mi cuello roto
como una flor en el balcón.
-No te prodigues- dice.
Pero yo, tan inmóvil,
sólo presiento el mar antiguo
y la brisa en mi pecho sin cabeza.

.............

Tras haber asistido al sacrificio de los pájaros,
incliné la cabeza, abandonado.
La gente iba y venía, la sangre salpicaba
un horizonte vago, mientras los empleados
retiraban las luces de la escena.

Volví a mi casa.
El aire repetía
las voces empeñadas en arduo contrapunto
con el ritmo del tren.
Quedaron sin respuesta.

Maltrataba la lluvia
con parca indiferencia.

...............

Sólo en la oscuridad de aquella celda pudiste ver el mundo.

                                             Joaquín Rico ©

miércoles, 8 de agosto de 2012

Van Gogh

                                             
                                                     Angelo Prey ©





                              Vincent van Gogh

La belleza destroza la inocencia cómplice. Cuerpecillos quebrados, ahora pellejos sucios, los mismos que cantaron su engaño, su esperanza. Ya no serán más la brisa que pasa entre las hierbas pobres.

Casi sin fuerzas, comenzar de nuevo; encender las hogueras, liberar las palabras. Tras el rojo coral de los almendros, una sola senda que todo lo contiene.

Después de haber vivido a la intemperie, desnudo como un perro, puede la lluvia penetrar en la carne y el viento secuestrar la piel, casi infinita. Y antes del fin, tal vez reconocerse. Para que el tránsito hacia la luz sea algo más que una enumeración vertiginosa.


Poema perteneciente al libro Extraños en el corazón del viento.
Autor: Ángel Presa Yobre ©
Ediciones Almargen. 2012.

martes, 7 de agosto de 2012

Islas Felices

Angelo Prey ©


Llevaba tiempo trabajando en el proyecto de un reino en que nunca ocurriera cosa alguna, pues nada le resultaba tan odioso como las iniciativas, desarrollos, acontecimientos, cambios y sucesos de cualquier clase.
W.G. Sebald: Los emigrados


Creyendo a mi deseo
di al camino los pies
porque di al viento la cabeza.

Miguel de Cervantes