martes, 14 de mayo de 2013

Vamos por buen camino... hacia el infierno.

           
                                                                           Angelo Prey ©


Esto va que arde. Mendigos clásicos y los recién llegados, expulsados de la rueda de la fortuna a la zona menos cómoda de la existencia. En la parada del autobús, un hombre joven, provisto de unas pinzas metálicas, extrae cartones del contenedor municipal, apila minuciosamente un montón de cajas y se las lleva consigo. En el metro, entre el atontamiento general y las pantallas comecocos que ensalzan la gran labor que lleva a cabo el Ayuntamiento, menesterosos de toda clase y condición tratan de despertar la piedad de los viajeros para que se rasquen el bolsillo. Todo queda en casa, en el reducto residual de los pobres, muy lejos de las zonas protegidas, vigiladas, impenetrables, de los que siguen gozando de una vida plena, a buen recaudo sus posesiones muebles e inmuebles. La resignación tiñe la ciudad como una nube tóxica. En grandes carteles imaginarios se puede leer con letras fluorescentes: ¡NO HAY FUTURO, OS LO HEMOS ROBADO!

Los autistas de la Carrera de San Jerónimo y demás parlamentos autonómicos, inmersos en la gran pecera de la autosatisfacción, se regodean con la usura del tiempo, un aliado acomodado a sus cuentas bancarias que crecen y crecen al mismo ritmo que menguan las de los expulsados del sistema. Los zombis de encefalograma plano atestan, mientras tanto, las terrazas al arrimo del sol de mayo, consumiendo frenéticos todo tipo de pócimas. Mientras haya algo que beber, cualquier comistrajo que zampar, este rebaño no provocará mayores inconvenientes. Están bien adiestrados. Lustros de "operaciones triunfo" y de "grandes hermanos" han ahormado las ya de por si escasas neuronas al ritmo de la banalidad y el sometimiento. Esclavos felices que balan mientras triscan los feraces pastos del autoengaño.

Los benéficos partidarios del optimismo ciego auguran despertares al ritmo de las manifestaciones. Los dueños del cortijo, desde ventanales insonorizados, se descojonan de risa, mientras liban a sorbitos cócteles galácticos. No les llega ni el ruido. Sólo ven a gente que va de paseo, otro tipo de procesión menos interesante que las de los cristos y las macarenas. Y más cutre, mucho más cutre, ¡dónde va a parar!

No hay comentarios:

Publicar un comentario